En las cálidas mañanas nos atendía Don Eugenio
con su benigna sonrisa en la panadería Santa Helena
con su hablar pausado y su certero comentario político.
Fue en esa noche fatídica, en el lugar
que escogió como hogar, dónde le arrebataron la vida.
Ya no estará el venerable longevo con su dedicación
con su mirada azulada cual infinito e inmarcesible cielo
que también cubre el tan lejano cielo de su hogar
¿Cómo gambetear la tristeza, la desazón y la impotencia?
¿Cuánta falta les hará a sus muchachas asistentes?
¿Cuánto extrañaran sus travesuras y enseñanzas?
¿Cuántas preguntas en sus sorprendidos clientes?
Cuánta vergüenza sentimos los venezolanos
¡Por tanta ignominia en la patria de Bolívar!
