Abuela desvencijada
La vereda de vieja data
Salpicada de piedras calizas
Camino anticuario
A las haciendas de café
La casa de teja y barro
Que fue de Aureliano Delgado
Cobijada por un espléndido árbol
Mudo testigo de encuentros furtivos
En su patio destartalado
Una anciana expectante
Observaba a los transeúntes
Mientras colgaba los chireles
De reojo, contemplaba la morada
Y le parecía ver la silueta
Del catire, Sebastián su ex compañero
Con su parche en la cara.
