Francisco Adolfo Caicedo

La Chica de las Cruces

A la ladera vegetal de las cruces

Con contadas viviendas y fundos

 

Llegaban los imberbes mozuelos

En busca de las chicas revoltosas

Por la aprehensión hormonal

 

Ellas en las minucias caseras

La madre preparando los alimentos

Los padres ocupados en los cafetales

 

La más apetecida de las féminas

De piel anochecida y de exuberante cabello

De cuerpo cincelado y de voraz apetito

Permaneció años en la capital

Regresó macilenta y diezmada.

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