A la ladera vegetal de las cruces
Con contadas viviendas y fundos
Llegaban los imberbes mozuelos
En busca de las chicas revoltosas
Por la aprehensión hormonal
Ellas en las minucias caseras
La madre preparando los alimentos
Los padres ocupados en los cafetales
La más apetecida de las féminas
De piel anochecida y de exuberante cabello
De cuerpo cincelado y de voraz apetito
Permaneció años en la capital
Regresó macilenta y diezmada.
