El joven con su devoción a la madre
Gracias a los principios inculcados por la nona
Un vecino inconsciente
Le hablo no bien de ella
El hijo desesperado Corrió frenético
Por el exuberante cafetal
En la hacienda la blanca
Queriendo acabar con su vida
Raudo trepo la colina hacia el ocaso
Hasta caer de rodillas, jadeante y lloroso
Le pidió a Dios y a la Virgen, paz y sosiego
A su atormentada alma.
