El lugar donde me convertí en tío, entrenador y en los años 90 en padre y esposo. 

Un espacio que ha cambiado tanto como una persona, desde una pequeña zona rural llena de frutos, árboles, cultivos de café, conucos, fuentes naturales y quebradas que se fueron secando, pasando por un lugar lleno de casonas, bodegas con olor a malta y a dulces de coco, donde se fabricaban ladrillos y tejas, muchos de sus fervientes trabajadores provenían de la vieja Nueva Granada los cuales por su trabajo duro recibían terrenos para construir sus casas y los niños quienes contaban ya con una pequeña escuela no más grande que una casa; por último se convirtió en un barrio promedio venezolano, con zapatería, un intermitente bar, una incontable cantidad de talleres, y un montón de gente nueva.